lunes, 1 de febrero de 2010

Atletico 0-2 Malaga

Al Atlético le baila el Málaga

El conjunto andaluz gana en Madrid 57 años después, ante un rival que hizo un partido infame

No contento con perder, lo que hizo a lo grande , sin disimulo, deplorable como fue su actuación de principio a fin, la nueva derrota del Atlético tuvo, además de un carácter lacrimógeno, un carácter histórico: porque perdió el que otrora fue un grande, y hoy es una piltrafa, ante el Málaga, ante un equipo que no vencía en Madrid capital (ni al Madrid, ni al Atlético, ni al Rayo) desde el año 53, desde que lo hiciera en el Metropolitano endosando un 1-3 al Atlético que por entonces dirigía Helenio Herrera. Ganó el Málaga con todo merecimiento, superior como fue hasta aburrir, tan fácil como lo tuvo, ante aquel rivalillo de medio pelo con el que se cruzó. Ganó el Málaga con una suficiencia insultante, como nunca imaginó, sin querer hacer sangre, perdonando la goleada que mereció.

Sergio Agüero
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El delantero retrata el sentir rojiblanco tras la derrota ante el Málaga- EFE

ATLÉTICO DE MADRID 0 - MÁLAGA 2

Atlético de Madrid: De Gea; Ujfalusi, Perea, Domínguez, Antonio López (Raúl García, m. 67); Jurado, Camacho (Reyes, m. 46), Tiago, Simao; Forlán e Ibrahima (''Kun'' Agüero, m. 46).

Málaga: Munúa; Gámez (Manolo Gaspar, m. 64), Weligton, Iván González, Manu Torres; Fernando, Javi López, Toribio, Duda (Juanito, m. 63); Benachour y Caicedo (Baha, m. 59).

Goles: 0-1, m. 3: Duda culmina en el segundo palo un pase de Gámez desde la derecha. 0-2, m. 69: Javi López, tras un rechace en el área.

Árbitro: Mejuto González (C. Asturiano). Amonestó a los locales Antonio López (m. 43), Agüero (m. 48) y Tiago (m. 90) y a los visitantes Manu Torres (m. 10), Weligton (m. 41) y Fernando (m. 67).

Incidencias: partido correspondiente a la vigésima jornada de Liga en Primera División, disputado en el estadio Vicente Calderón ante unos 40.000 espectadores.

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De pie, ante el banquillo, Quique Flores movía la cabeza de un lado a otro, incrédulo, quizá, por lo que veía, aunque ya debería estar acostumbrado; o estaría, tal vez, desesperado, harto de esta montaña rusa en la que vive su equipo, triunfante el jueves en Vigo, agonizante ayer a orillas del Manzanares. Movía la cabeza Quique, de pie, ante el banquillo, incapaz de entender cómo su equipo había tardado la friolera de tres minutos en venirse abajo, en caer demolido ante el primer ataque del Málaga, Jesús Gámez que entra por la derecha, Antonio López, que le persigue, sin alcanzar más que a verle el número 2 impreso en su camiseta, el centro de aquél, al segundo palo, donde aparece Duda, antes, mucho antes que Simao, para fusilar, una jugada calcada a la que sólo una semana antes habían protagonizado Pedro León y Manu, del Getafe, una jugada, por lo visto, que es un jeroglífico para este Atlético, incapaz como es de descifrarla.

Volvió a insultar el Atlético a este deporte llamado fútbol. Y lo hizo con ganas. Se resquebrajó nada más saltar a escena, cayó en su particular agujero negro y sufrió un durísimo zarandeo por parte del Málaga, que se dio la vida padre. Duda bailó a cuantos le salieron al paso allá en la banda izquierda y De Gea tuvo que andar presto para lanzarse a sus pies cuando se quedaba solo. Y lanzó el portugués una falta que Fernando remató con habilidad para que De Gea sacara una mano prodigiosa a un centímetro de su palo derecho. Era un monólogo el del Málaga al que no supo poner broche Caicedo, cuyo disparo se escapó fuera. El Atlético sólo dio señales de vida con un tiro de Camacho tras un barullo en el área que atrapó Munúa y otro, precipitado, de Forlán desde la frontal que tuvo idéntica consecuencia.

Llegó el descanso, Quique rectificó su plan inicial y puso en liza a Agüero y Reyes. Como si no. De pie, ante el banquillo, el técnico siguió moviendo la cabeza de un lado a otro, incrédulo, quizá, desesperado, seguro. Veinticinco minutos transcurrieron en los que su equipo fue incapaz de disparar a puerta, o fuera; de provocar un córner, de pisar siquiera el área rival... Así las cosas, el Málaga siguió dibujando su particular rondo en el centro del campo, sin verse apretado, a la espera de otra oportunidad. Que llegó, con Baha galopando por la banda derecha, sacando el centro que Perea despejó como buenamente pudo y que Javi López mandó a la red.

El público, entonces, harto de protestar, comenzó a abandonar las gradas, un éxodo mayoritario que demostró el hartazgo que comienza a provocar este Atlético entre los suyos, más allá de su continuidad en la Copa, donde sobrevive tras eliminar a un segunda B y dos segundas. No le queda al equipo, ni al club, otro clavo al que agarrarse que el torneo copero, decidido como está en la Liga a apostar a la ruleta rusa de un fútbol indecente que le convierte, salvo cambio radical, en un privilegiado aspirante al descenso.